25 Ago 2017
Relato corto “Asociación el Calabozo 2017”. Ganador Categoría Adultos
RELATO CORTO «ASOCIACIÓN EL CALABOZO 2017»: GANADOR CATEGORÍA ADULTOS
«LA DECISIÓN» por: Dersu Uzala. De Vicente-Gabriel García Gimeno
Una avioneta volando a media altura rompió la tranquilidad del cielo de Pancrudo, y no era la primera vez en esa semana. A más de uno le había llamado la atención ese trasiego aéreo. Pronto se desvelaría el misterio.
A los pocos días tres personajes perfectamente trajeados, con una educación exquisita, un trato agradable y cercano como si te conocieran de toda la vida y armados de preciosos portafolios de cuero y ultimísimos portátiles de esos de la manzana mordida, se presentaron en el ayuntamiento después de haber concertado formalmente cita con el alcalde y el secretario. Solamente un detalle escapó a su precisión centroeuropea, al sentarse en la sala de juntas e iniciar sus magníficos ordenadores, se les aborrascó el ceño; contrariados comprobaron que sus compañeros tecnológicos no lograban coger la señal necesaria para conectarse a Internet. Jorge, el alcalde, les miró socarronamente y con una pícara media sonrisa, les comentó: “es que en este pueblo no tenemos cobertura”, y añadió con voz segura; esa que otorga, aunque sea por un sólo momento, tener el poder y el control: “pero si quieren les puedo dar la clave del Wi-Fi”.
Solventado este contratiempo se introdujeron de lleno en materia presentándose convenientemente. Primero lo hizo Margarita Rodríguez, una bella y elegante geóloga de unos cuarenta y tantos años muy bien llevados, que aunque sobriamente vestida con traje de ejecutiva importante, su falda por encima de las rodillas hacia inevitable que la mirada de los dos lugareños, de vez en cuando, se perdiera furtivamente en aquellas interminables piernas. Después tomó el relevo Tomás Ridruejo, un ingeniero de minas al que sus gafas redondas, tipo John Lennon, le otorgaban un aire entre intelectual y empolloncete. Y por último, el más importante parecía ser Gustav Lubëck, un alemán sesentón, al que por el modo en que se le dirigían los otros dos era, indudablemente, el jefe de aquella expedición. Apoyados por su soporte informático comenzaron, entre planos, informes y gráficos, a mostrarles el motivo de su visita, cuidando en todo momento, no abrumarles con demasiados datos y tecnicismos. El caso es, que después de meticulosas prospecciones aéreas por la zona, se tenían fundados motivos para pensar, que en el término se hallaba escondido un rico tesoro para el pueblo y la comarca, al menos así pretendían “vendérselo”, pues si las prospecciones terrestres que pretendían hacer, con el permiso del ayuntamiento claro está, lo confirmaban, se trataría de un yacimiento de coltán. Este compuesto formado por columbita y tantalita no resultaba, por aquel entonces muy familiar a las gentes de Pancrudo y alrededores, pero en poco tiempo se iba a convertir en el tema de conversación de bares, sobremesas y tertulias de toda la comarca y también en protagonista de algún que otro titular de periódico y cabecera de algún informativo local e incluso nacional.
Los tres ejecutivos iban hablando por turnos intentando explicar de la manera más sencilla pero a la vez más precisa sobre las bondades de este compuesto y de algún otro elemento químico de nombre casi impronunciable que suelen acompañar a este “oro azul” y que también serían de gran interés en la futura explotación.
Sabían que era una decisión muy importante para la zona y que no podían esperar una respuesta inmediata. Lo primero era obtener el permiso del Ayuntamiento para poder realizar una prospección terrestre más minuciosa, tomando muestras a distintas profundidades de varias zonas del término, también era importante encontrar agua en abundancia cerca del yacimiento, pues sería necesaria para la explotación, aunque los augurios, atendiendo a los datos vertidos por los estudios aéreos, eran muy halagüeños.
Todavía perplejos por la información recibida, el edil y el secretario convocaron un pleno extraordinario, con el único punto de autorizar esas catas que, según les habían asegurado los técnicos, no eran más que pequeños agujeros en el suelo, eso sí, muy profundos, pero que no afectarían para nada a la orografía del terreno.
Reunido el consistorio, se decidió, después de algún que otro rifirrafe dialéctico, autorizar dichas catas y, después, estudiar con detalle el tema; mientras tanto tendrían tiempo de informarse sobre el dichoso coltán y resto de “tierras raras”.
No se puede precisar que tardó menos, si a extenderse la noticia nada más acabar el pleno o si en llegar las máquinas perforadoras una vez firmados los permisos municipales. El caso es que en dos meses ya estaban realizados los informes completos del subsuelo de las zonas estudiadas e incluso un exhaustivo pre-proyecto de explotación. También para entonces, en prácticamente todo el altiplano, todas sus gentes de 5 a 80 años eran “expertos” en geología y mineralogía y oír hablar de “lantánidos”, superconductores, micro condensadores y otros tecnicismos ya no les sonaba, para nada, extraño.
Otra vez se personaron los tres “ingenieros”, esta vez con todos los datos volcados en los discos duros de sus ordenadores y no en la nube, para no tener que depender del Wi-Fi del Ayuntamiento. Los estudios confirmaban, e incluso mejoraban, lo esperado; en una amplia zona, no lejos de la antigua mina de carbón, en la zona de “El Collado” y entre el “Cacinarro” y “El Valle” se ocultaba “el tesoro”…
Esta vez la entrevista fue más movida, en la sala de plenos, por una parte los tres forasteros aliados con dos concejales exponían los beneficios de la explotación: las muestras extraídas eran de una pureza muy aceptable, así pues la cantidad de Tantalio se preveía muy elevada, además la presencia de Niobio era también significativa, y no sólo eso, se detectó la presencia de algún que otro elemento más, muy útil para la industria tecnológica y, por supuesto de precio muy elevado. Se abriría una mina a cielo abierto de unos 400mx200m en la que se preveía extraer unas 1200 Tm/año, ¡más de tres toneladas diarias! , a unos 150€/Kg suponía un montante económico que permitiría dar trabajo directo a más de 100 personas, además en el polígono industrial, que habría que ampliar, se alzaría una planta de tratamiento del mineral; más puestos de trabajo, quizás más de 200 indirectos, el pueblo crecería, comercios, pensiones, turismo rural… el Gaire. El Gaire crecería a nivel nacional, ya soñaban con edificar un gran teatro cubierto…
Por la otra parte, los otros dos concejales, intentaban resaltar los “contras”: Primero el impacto ambiental en el mismísimo nacimiento del río; la extracción masiva de agua esquilmaría los acuíferos intactos hasta ahora; y la presencia de elementos que aparecían en el informe, aunque en poca cantidad, pero que no habían sido nombrados por sus rivales dialécticos, como Radio, Torio e incluso algo de Uranio, todos ellos radioactivos, que supondrían, según ellos, enfermedades futuras para cuantos trabajaran en contacto con el material extraído; también habían olvidado comentar la dificultad de tratar los residuos producidos y el perjuicio que esto supondría al medio.
La decisión final resultaba, cuanto menos, complicada. O aprovechaban ese tren que revitalizaría económicamente toda la comarca y daría riqueza al pueblo, sus gentes y alrededores a costa de sacrificar aquello que dotaba de carácter al propio municipio, como era el nacimiento de su río y una de las zonas más emblemáticas del término. O seguían fieles a su identidad orográfica aún a costa de seguir muriendo lentamente y, quién sabe si algún día, acabar desapareciendo como pueblo. El dilema estaba servido.
Esta vez, el alcalde y el secretario prepararon la convocatoria al siguiente pleno extraordinario con un talante muy distinto al de la otra vez, embargados por la responsabilidad, se encontraban como ausentes, abrumados, sin duda, por lo que se les venía encima, el futuro del pueblo se decidía y ellos iban a ser parte ejecutora.
El pleno, en su inicio, fue un calco de la entrevista mantenida, pero esta vez sin la presencia foránea. Llegó la hora de votar, el momento crucial se acercaba, hasta al secretario, cuya única misión era transcribir lo que allí pasaba para levantar acta, se le notaba nervioso, incluso había tenido que esconder la mano derecha debajo de la mesa, en algún que otro momento, para disimular un leve temblor. Estaba claro qué iba a votar cada uno de los cuatro concejales: dos a favor de la explotación y dos en contra, pero… ¿y el alcalde?, hasta ese momento no había hecho más que exponer datos y cifras sin tomar partido por ninguna postura; él, como todos, quería lo mejor para su pueblo, pero era una decisión difícil. Además la presión era máxima pues, ahora sí que de su voto dependía el futuro de él mismo, de su familia, de su pueblo, de su entorno… Ya habían votado los otros cuatro, y la mirada de los cinco se centraba en él, que estaba con los codos apoyados en la mesa, las manos abiertas sujetando su frente, y con la mirada fija en su pluma estilográfica, como si esperara que de ella se abriera un oráculo que le diese la solución correcta…
Tuvo el secretario que llamar su atención para que saliera de tal abstracción: “Jorge, sólo te queda votar a ti, y no hace falta que te lo diga, pero tu voto es el que decide…” ¡Como si no tuviese bastante presión ya!
Levantando la cabeza pausadamente, dirigió su mirada de derecha a izquierda pasando por los ojos de sus cinco acompañantes, y con un semblante tranquilo, relajado, como si de un plumazo se hubiera quitado toda la presión después de haber escuchado al oráculo, dijo con voz pausada y segura: “No sería justo que nosotros cinco, aunque representamos a todo el Ayuntamiento, decidiéramos el futuro de todos, así que me abstengo en la votación, y propongo que convoquemos un concejo abierto donde todos, mayores y menores de edad, vecinos y cualquiera que tenga un vínculo con este pueblo, puedan opinar y luego, por sufragio universal de todos los mayores de edad empadronados con fecha uno de enero, decidamos nuestro futuro. Esta misma noche, si os parece bien, redactaré una carta para convocar dicho concejo, creo que es lo más justo.” Acabó de hablar y se produjo un silencio que pareció interminable, la sorpresa y la contundencia de sus palabras dejó mudos a sus interlocutores.
Al día siguiente la carta/convocatoria estaba preparada, si la recibes, ya sabes, piensa y vota en conciencia.