
01 Jul 2021
Las Casillas y los Camineros de Pancrudo
(Por Isabel GIMENO EJARQUE)
Historia de la creación del cuerpo de Peones Camineros:
En tiempos de Carlos IV, en 1799, se crea la “Inspección General de Caminos”, pero es con Isabel II cuando el Ministerio de Fomento asume la necesidad de mantener y mejorar la red de caminos. Con ese fin se promulga una ley que regula: como las poblaciones atravesadas por carreteras han de conformar la travesía de las mismas y que distancia anterior y posterior a ellas sus ayuntamientos debían mantener en norma. Por aquel entonces ya se empezaban a desplegar los peones camineros como cuerpo de trabajo, una especie de funcionariado que asumía funciones de mantenimiento y vigilancia.
En 1852 la reina Isabel II refrendaba la orden de creación de casillas y de peones camineros con la premisa de cumplir con sus funciones resultando tan económico como fuera posible. Ese es el origen de nuestros protagonistas.
Llegada de los automóviles a motor:
Aunque en 1877 se promulga la primera Ley de Carreteras, no es hasta 1900 cuando ve la luz el primer Reglamento pensado para vehículos automóviles. Como curiosidad; el primer automóvil que pasó por Pancrudo fue sobre 1913. Nuestros mayores contaban que ese día, a la chiquillería del pueblo se les dio permiso en la escuela para que pudieran ver tal acontecimiento.
En 1909 se reglamenta la labor de los peones camineros. El primer artículo de este reglamento decía que: para optar a un puesto de peón caminero se debían tener más de 25 años y no llegar a los 40; estar libre del ejército; constatar buena conducta y saber leer, escribir y contar.
Como funciones tendrían: Igualar las rodadas que hiciere el carruaje en el camino. Reparar baches. Tener limpias las zanjas o cunetas de los dos lados y las salidas y entradas de las alcantarillas. Asistir todos los días al camino, desde que salga el sol hasta ponerse y aún los festivos para estar a la mira de lo que ocurra.
En cuanto a la vestimenta: El uniforme constará de: pantalón y chaqueta de paño pardo, con cuello, vueltas, solapas y vivos de color carmesí. Botín de cuero. Chaleco de paño azulclaro. Sombrero o gorra de plato en la que llevarán la escarapela nacional y una chapa de metal con el número de los kilómetros asignados y la leyenda “Peón Caminero”. Los botones serán de metal amarillo con la misma leyenda.
Peones camineros de Pancrudo y sus casillas:
En Pancrudo los dos camineros que tenemos constancia eran: el tío Miguel Lope, que tenía la demarcación desde la casilla sita en la carretera hacia Rillo, hasta la otra casilla en dirección a Portalrubio, que estaba en la curva frente al Regajo, y cuya demarcación llegaría hasta la “Venta del Diablo” y que la tenía asignada mi tío Cirilo. De estas casilla no se aprecia vestigio alguno, si acaso, apenas se puede ver el brocal del pozo de la de Portalrubio.
Por supuesto que no vestían el uniforme antes explicado aunque sí los conocimos con las gorras y sus flamantes leyendas.
El tío Miguel con su esposa Eusebia y familia no tenemos constancia que vivieran en su casilla. Sin embargo mis tíos Cirilo y Rafaela con sus hijos, sí que la ocuparon varios años.
En todas las casillas la poca tierra de alrededor las aprovechaban para cultivar un pequeño huerto y un corral para la cría de animales, teniendo que ir al pueblo más cercano para abastecerse de otros productos básicos, mi tía Rafaela venía a Pancrudo ya que allí vivían sus padres y hermanas.
Era muy duro vivir allí tan solos, sobre todo durante los largos inviernos aunque yo los recuerdo ya viviendo en el pueblo y a mi tío Cirilo yendo y viniendo todos los santos días, sin dejarse ni uno (era muy cumplidor y muy profesional) con su gorra y su morral haciéndose unos 20 km diarios.
Cada año le hacían una o dos inspecciones, venía de Teruel el Ingeniero Jefe de Obras Públicas que por entonces era D. Eugenio Balterra. Le anunciaba su visita y siempre se inquietaba y se ponía un poco nervioso y eso que le solía felicitar por su buen hacer.
Al llegar por las tardes, a los sobrinos, nos dejaba ver el morral y siempre teníamos alguna sorpresa.
¡Qué tiempos aquellos! Ya quedan pocas de aquellas construcciones, todas del mismo estilo, que adornaban las carreteras de tierra y hacían tan buen servicio junto con los abnegados y trabajadores camineros, cuyo oficio, como tantos otros, ya se ha perdido.