El Rincón del Abuelo: Antonio Latorre Pérez y Primitiva Escriche Gracia (Los «Campas»)

El Rincón del Abuelo: Antonio Latorre Pérez y Primitiva Escriche Gracia (Los «Campas»)

Este año traemos a nuestras páginas del Rincón del Abuelo a una pareja cuya ascendencia, por parte de la madre del tío Antonio, tiene una gran raigambre en el pueblo: los Pérez  Barcelona de los que hay muchos descendientes entre nosotros. La tía Primitiva desciende de Rillo pero su familia también es bien conocida en Pancrudo ya que es sobrina de la tía María, la del tío Blas.

Ellos son: Antonio Latorre Pérez, hijo de Antonio Latorre Esteban, procedente de Monreal y de Pilar Pérez Barcelona, procedente de Pancrudo. Y Primitiva Escriche Gracia, natural de Rillo, hija de Gregorio Escriche Vicente y Pureza Gracia Vellido, ambos de Rillo. Llevan 69 años de matrimonio.

El tío Antonio nació cuando su madre tenía 40 años y es el pequeño de siete hermanos: Elvira, Arturo, Miguel, Eugenio, Maximina, Victoria y él.

La tía Primitiva es la mayor de 4 hermanos: ella, Isabel, Pureza y Sebastián.

Es difícil hacer la entrevista cuando uno se junta con personas que tienen tanto que contar pero ya la memoria juega malas pasadas, sobre todo en nombres, fechas etc… Sus hijas, que estaban presentes, en algún momento, decían: “hace unos años nos contaban yo qué sé cuantas cosas, pero ves, no se nos ocurrió escribirlas”.

Por eso yo, desde aquí, aconsejo a los más jóvenes, que no hagan oídos sordos a sus padres y abuelos y que cuando éstos traten de contarles algo, tomen nota. Es una buena idea para saber cosas después.

Lo primero que les pregunto es que de dónde viene ese apodo de los “Campas”, que es como la mayoría los conocemos en Pancrudo.

El tío Antonio dice que no tiene ni idea de donde viene, pero que ya se lo decían a su padre. Piensa que como procedía de Monreal del Campo, puede ser que empezaran a decir: el del Campo…y de ahí, los del Campo…los Campas. Pero que no les sabe malo; al contrario, saben que, como son tantos, muchos con decir “Los Campas” ya saben a qué familia se refieren.

¿Qué recuerdos guardan de su niñez?

Tío Antonio.- Hace tanto tiempo ya que…pero entonces no era como ahora; en cuanto sabías andar, como quien dice, te mandaban con un atajo de ovejas. Bueno sí, iba a la escuela; el primer maestro que recuerdo era Don Francisco y luego tuvimos otro que no me acuerdo cómo se llamaba, mira no me sale, pero me quería mucho, el hombre no me quería soltar y la escuela se me daba bien y me gustaba. Así que, como en casa había muchos hermanos para trabajar, aguanté hasta los catorce años, aunque cuando terminaban las clases tenía que echar una mano con las ovejas o al campo.

Amigos que recuerde de pequeño eran: Rogelio Pérez, Pedro Benedicto, José Lahoz, Herminio Teruel, Valero Guillén …

Íbamos a la escuela una cuarentena de chicos y luego las chicas. Jugábamos a la “Eva”, a “La una anda mi mula”, con el “Reloncho”,no, no, ya no llegué a jugar yo, eso vino más tarde; pero como te digo, poco tiempo teníamos de juego pues a los 8 ó 9 años ya íbamos de pastores y a los 13 ó 14 a labrar. Mis padres eran renteros, estuvimos en la Plaza, sabes en casa de “Elipe”, hasta la guerra y entonces yo llevaba ya unos meses de casado, y hacía poco que había muerto mi padre.

Tía Primitiva.- Mi madre, Pureza, que era hermana de la tía María la del tío Blas, murió cuando yo tenía siete u ocho años, así que había que hacer todo lo de la casa como podíamos. Mi padre se volvió a casar y como ya había una mujer para la casa, a mí me llevaron con mi abuela Isabel, pues estaban mis tíos solteros y había mucho que lavar, fregar, arreglar ropa y todo lo de la casa.

Mis hijas se ríen cuando les cuento que en aquellos tiempos se hacían los “piales” de lana, ¿te acuerdas que se hacían con cuatro agujas cortas? Bueno pues yo, mira si sería estirada, que no sabía hacer el talón y cogía los puntos con ganchillo para rematarlos.

A la escuela iba cuando no había otra cosa que hacer. Cuando ya empezaba a ser mocica, me llevaron a Pancrudo, con mi tía María; entre el Bar y los chicos pequeños había mucha faena, así que a trabajar en lo que me mandaban. A Domingo, mi primo, que en paz descanse, se puede decir que lo crié yo, y a Blas y Consuelo también los he tenido bastante.

Con mi tía María estuve hasta que me casé, el año que estalló la guerra. Así que no sé , a lo mejor sí que jugaría a algo, pero yo no recuerdo de cuando era chica más que trabajo y más trabajo.

Cuando iba a la escuela en Pancrudo mis amigas eran Isabel Martín, Rafaela Benedicto, María Guillén, Joaquina Marzo, Rafaela Bailón…unas treinta o treinta y cinco si que seríamos en la escuela.

Y de mozos, ¿cómo se divertían?

Los dos.- Íbamos al baile a casa del tío Roque, que tenía bar, se pagaba un real y bailábamos con una gramola; algunas veces alguien tocaba la guitarra, algún paseo por la carretera y no mucho más. De todas formas, dice la tía Primitiva, cuando tenía 14 años empezamos a festejar, a escondidas, pero ya éramos novios.

A la tía Primitiva no la dejaban ir conmigo -dice el tío Antonio- así que íbamos a escondidas. Un día estaba esperándola debajo de la ventana y me tiraron un ladrillo que si me da me mata, me imagino que como era muy joven, no les parecía muy bien que tuviera novio. Poco tiempo después vino el tío Cirilo, que era familia de mi suegro, y su padre a hablar a mi casa y yo les dije: “yo ya lo tengo pensao, si ella quiere nos casamos”. Ellos dijeron: “bueno, pues ya está todo arreglao”. Al poco tiempo nos casamos, el 8 de febrero de 1936, ella tenía 17 años y yo 20. Al otro día de casarnos fui a sembrar cebada y ella a traernos la comida, ese fue nuestro viaje de novios. Vivimos en la plaza hasta la guerra.

¡Ya estamos en la guerra!

Tío Antonio.- Sí, las guerras son muy malas, se sufre mucho, se pasa de todo. Yo, como mi madre era viuda, me había librado de ir a la mili, pero pasó lo que pasó y luego me tuve que ir al frente. Me fui con los republicanos, que fueron los que me llamaron entonces.

En Pancrudo, a los cuatro días de estallar la guerra pasó algo muy gordo. La gente rica no quería que los demás funcionaran, tenían pastor, criao, agosteros… En las casas que eran muchos hermanos se arreglaban solos, nosotros teníamos pastor, el tío Juan Gregorio. Yo tenía 330 cabezas de ganado el día que estalló la guerra, tres carros y seis caballerías, mis hermanos venían a trabajar a mi casa y luego se trabajaban lo suyo. Éramos renteros, no medieros. Pero como te digo, había muchos que eran criados y no estaban muy conformes con los tratos que tenían.

Aquella noche hicieron un llamamiento y nos hicieron ir a la “paidera” que era de los Toranes y nuestra. Yo no sé ni como pasó todo aquello. Ese día habíamos estado dallando la cebada que había sembrado el día que me casé: tres dallaban, mi hermana Victoria hacía gavillas y yo ataba. Pero por la noche dijimos: “vale, pues si han llamado, vamos”.

Hablamos un rato y yo me fui media hora antes de que pasara nada y mi hermano Eugenio igual, estábamos cansados y dijo: “chico vamos a la cama”. Pero mis otros hermanos, Arturo y Miguel se quedaron; en total eran 17, mis dos hermanos, dos cuñados, un primo hermano, así hasta los 17.

Yo aún no me había metido en la cama, y allí se armó la gorda. Uno del pueblo, que estaba de guardia, al oír el camión, pegó dos tiros al aire. Antes habían cruzado un tronco en la carretera, junto a la “paidera”. Así que pararon, entraron y los cogieron a todos, ya no los vimos nunca más a ninguno.

(El tío Antonio se emociona al contarme todo esto)

¿Ustedes se quedaron en el pueblo entonces?

Tío Antonio.- Sí claro, nosotros nos quedamos hasta que nos evacuaron en febrero del 37. Nos fuimos por Fuentes Calientes a Galve, a cruzar el río Alfambra por los Alcamines, que yo llevaba a cuestas a mi mujer y a Pureza, que era pequeñica; mira nació el 6 de enero de ese año, un tiroteo había ese día en el pueblo…

Estábamos en el alto de Portalrubio, yo iba de acemilero pero ese día teníamos descanso, así que nos acercamos a Pancrudo, iban conmigo Isidro Martín, Pedro Pérez y alguno más, no me acuerdo. Al llegar a las eras, desde el alto, los fascistas tiroteaban sin parar; yo llevaba la manta al hombro y al echar a correr la pisé y caí de morros y allí me quedé quieto, mira si sería que al pasar los otros dijeron: “le han dado”, que yo los oí, pero allí me quedé hasta que me pude arrastrar a un pajar. Más tarde, cuando amainaron los tiros, me escapé hasta Las Cuevas, que tenía una tía, y me dijo que me quedara, pero le dije que tenía que volver, que estarían preocupados. Cuando llegué a casa estaba todo lleno de gente, no sabía si era por mí o por qué y resulta que había nacido la chica.

Pero como te decía, cuando salimos, llevé a las dos con mi familia hasta Galve, que durmieron en una paridera, luego ellas se fueron hasta Berge y yo ya me volví a Perales, donde me habían enrolado y fuimos reculando hasta Valencia. Estaba en la Brigada 36, en las oficinas, y por allí estuve hasta que terminó la guerra.

Tía Primitiva.- Nosotras, con mi hermana Isabel, que era pequeña, mi cuñada Victoria con Paca pequeñica, mi cuñada Aurora con Luisa también pequeñica, la abuela Pilar y alguien más que venía del pueblo; estuvimos un tiempo en Berge y luego fuimos bajando por el Rincón de Ademuz hasta Valencia. ¿Qué cómo, dices? Pues mira un ratico a pie y otro andando, pasando hambre, durmiendo donde podíamos y padeciendo mucho. Un día, que siempre les cuento esto a mis hijos, al pasar por un campo de naranjos, mi cuñada Victoria y yo nos llenamos los delantales, y en esto que viene el dueño y nos dice que qué hacíamos. Le dijimos que teníamos hambre y el hombre nos dejó coger todas las que nos pudimos llevar. Así que ves, en todas partes y en todos los tiempos hay gente buena. Al terminar la guerra estábamos todos en Paterna.

Cuando volvimos a Pancrudo no había puertas ni ventanas en las casas, encontramos unas “maseras”, ¿tú te acuerdas de lo que era eso? Y con ellas tapamos la ventana para que no entrara frío.

Tío Antonio.- Fue Garzón a por madera, a donde fuera, no me acuerdo y me dijo: “Si me dejas el macho, te traigo madera a ti también”. El macho me lo había guardado mi suegro en Rillo y lo tuvo hasta que volvimos.

Pero a los pocos días de estar en Pancrudo se nos llevaron a Teruel para hacer fortificaciones, “trabajadores de Franco”, “prisioneros” en la Iglesia de San Juan. Estábamos Rogelio, Herminio y yo. Tuvimos suerte, nos enrolamos de asistentes y entramos en el hospital, allí limpiábamos váteres y hacíamos lo que nos mandaban. Nos trataban como a perros, para hacer nuestras necesidades había dos zanjas en medio del campo y un guardia mirando allí en una esquina. Un día, sin saber por qué, me pegó una paliza un militar que había allí, que no sé cómo no me mató.

De allí nos llevaron a Andalucía a hacer carreteras y caminos, a sacar piedra y leches…y de allí ya me trajeron a la cárcel de Torrero de Zaragoza, donde estuve algo menos de un año pues no tenía ninguna causa y en cuanto se pudo demostrar me soltaron.

Tía Primitiva.- Aquí en Zaragoza, había un primo hermano de Abel de Portalrubio, que era capitán. Yo me vine con la chica y me fui a hablar con él. Era para septiembre, y unos días más tarde, para el 24, día de La Merced, dejaban entrar a la cárcel a los familiares. Así que fui a verlo con la chica y ya lo dejaron salir y nos fuimos a casa.

Con esto ya terminó todo y pudieron volver a Pancrudo.

Tío Antonio.- ¡No, hija no! Aun tuve que ir a un campo de concentración por la parte de San Sebastián hasta que licenciaron a mi quinta. Cuando me dijeron que me podía ir, vine aquí a Zaragoza y sin llevar dirección ni nada, acudí a casa de mi hermana Elvira; estaban esperando a Paco, su hijo, y cuando me vio entrar se puso a chillar: “¡Mi hermano, mi hermano Antonio!”.

A los pocos días ya nos fuimos a Pancrudo.

Bueno, yo recuerdo que en Pancrudo fueron ustedes los primeros en llevar vacas de leche, ¿cómo fue eso?.

Tío Antonio.- Pues mira, el hermano de mi cuñada de Lidón tenía vacas y me dijo: “¿Por qué no te compras unas vacas para sacar alguna perrica?”. Ya estaba de veterinario en Pancrudo Don José Gil y sus hermanos. En Daroca, ellos tenían una vaquería, así que para la Feria de Todos Santos nos fuimos con Pedro Lahoz (Pinchahigos, para que lo entiendas) . Él compro dos para labrar y yo otras dos para lecheras. Por cierto, las llevábamos sueltas por Daroca y las de Pedro se metieron en una casa y subieron hasta la sala. ¡Madre mía la que se armó!. De Daroca a Pancrudo andando con las vacas; el primer día a Torre los Negros a dormir y de allí al otro día a comer a casa. Me costaron 13.000 ptas. Las chicas iban por las casas con la cántara a repartir la leche.

Tía Primitiva.- ¿Que quién nos enseñó a ordeñar? El tío Diego Ávila. ¿Tú te acuerdas de él? Y yo claro que ordeñaba y las arreglaba y todo. Si estaba en casa Antonio lo hacía él, porque yo ya tenía bastante con todos los chicos pequeños, y entonces ya sabes que había que masar, ir al lavadero, a por agua… no como ahora que todo está en casa. Además estaba con nosotros la abuela Pilar, que no estaba muy bien y no se podía dejar sola.

Y las noches de invierno en Pancrudo, debían de ser muy duras…

Primitiva.- Sí, muy duras. Nos colocábamos todos alrededor del fuego para soportar el frío. Recuerdo una anécdota de un día de invierno que hacía mucho frío, ya después de la guerra y siendo mis hijos pequeños, llegaron a nuestra puerta a pedir limosna y cobijo un matrimonio que venía de Villel, un pueblecito cerca de Teruel. Estaban ateridos de frío y ella era ciega y él su guía. Tenían un montón de hijos. Yo no sabía qué hacer porque en casa éramos muchos (ocho) y con pocas cosas que ofrecer, pero nos hicieron duelo, les hice pasar y les dí posada, compartiendo lo poco que teníamos. El matrimonio quería pagar de alguna manera el favor recibido y después de cenar nos reunimos alrededor del fuego. Mientras tejía calcetines con cuatro agujas, la ciega nos entretuvo contando maravillosa poesías, romances, historias antiguas, cantando canciones, etc… Todos nos quedamos sorprendidos y pensamos:” ¿Cómo puede saber tanto esta mujer si nunca ha visto un libro? La historia se repetía todos los años y mientras recorrían los pueblos de la comarca, disfrutábamos de la sabiduría de la ciega. De lo que se deduce que cuando uno tiene tesón y ganas de aprender, consigue lo que quiere.

Tío AntonioY en la década de los sesenta, más o menos, cuando los hijos ya estaban casi criados, decidieron venirse a Zaragoza.

Tío Antonio.- Pues mira, yo siempre tenía pensado el marchar, porque allí no veía porvenir para mis hijos. Así que cuando murió mi madre, arreamos “palante”. Las chicas eran ya mayores, Antonio unos 12 años tendría y Pascual 9. Yo me vine a trabajar a la tapicería de mi sobrino Pepe (el marido de Rosita). Lucía terminó la carrera, los chicos al colegio hasta que terminaron de estudiar y entraron también en la tapicería, Pili también y Pureza se casó.

Tía PrimitivaCuando Antonio terminó la mili, nos establecimos por nuestra cuenta, compré una parcela en la carretera de Madrid y aquí nos quedamos.

Tía Primitiva.- Luego se fueron casando todos, cada cual tiene su familia y nosotros aquí seguimos. Los hijos siguen teniendo aquí la tapicería y vienen todos los días. Las hijas también vienen a vernos y a ayudarnos cada día y así hasta que Dios quiera.

¿Cuántos nietos y bisnietos tienen ya? Ya he visto todas las fotos que me han enseñado, pero son tantos que no me aclaro muy bien.

Pues mira,

Pureza está casada con Antonio Broto y tienen cinco hijos:

Raquel, que tiene a Raquel de 19 años y Alejandro de 14.

Lourdes, que está soltera.

Begoña, que tiene a Pablo de tres añicos.

Toño, que tiene a David de 10 años y a Raúl de 4.

Y José, que tiene a Lidia de siete meses.

Pili está casada con Arturo Alias, viven en Barcelona y tienen dos hijos, Arturo y Raúl, ya mayores.

Lucía (o Maximina como la conocen en el pueblo) está casada con Ángel Delpón y tienen tres hijos:

Olga, con un niño de siete meses llamado Diego.

Miguel Ángel, que tiene a dos gemelicas, Ana y María, de tres meses y medio.

Y Carlos, que está todavía soltero.

(Tengo que decir que, Miguel Ángel, siempre ha tenido mucha afición por Pancrudo y por las cosas que contaba su abuelo y bien podría haber escrito él esta entrevista. Fue el primero que hizo una página web de Pancrudo que incluía bonitas fotos del pueblo en invierno y la historia del “Herrero”.)

Antonio, casado con Marina Ruiz, que tienen a Marta y Jorge, dos jovenzanos que suelen ir bastante por el pueblo.

Y por fin Pascual, el pequeño, casado con Vicenta Galve y que tienen a Esther, con su hijo Manuel de un año, y a Cristina.

Tanto mi yerno Ángel como los chicos, son aficionados a la caza, así que van bastante por el pueblo, sobre todo para la codorniz.

Yo sé que antes se juntaban todos al verano para celebrar su cumpleaños en la Fuente Gimeno.¿Cuánto hace que no van?

Tío Antonio.- Pues ahora ya va para cuatro años, me parece, que no vamos. Ya no estamos nada de fuertes. Pero este año queremos ir, aunque sólo sea un día, para ver como ha quedado la casa y el porchegao después de tirar la casa del tío Cosme. Nos han dicho que está mucho mejor y que la calle se ha ensanchado bastante.

Familia Latorre Escriche (Los "Campas")

– ¿Qué les parece el trabajo de la Asociación Cultural “El Calabozo”?

Tío Antonio.- Nos parece muy bien, porque da mucha vida y ambiente a Pancrudo, se ve a más gente, se habla más y se recuerdan muchas cosas.

Tía Primitiva.- Yo, uno de los primeros años del “Día Gastronómico” hice la “Fritada de la era” y mis hijas me dicen que participan todos los años en lo que pueden para la Semana Cultural. A los nietos míos que van, también les gusta mucho.

Muchas gracias a los dos por compartir sus recuerdos pancrudinos con nosotros, esperamos que podamos compartir con ustedes y sus descendientes, muchos ratos más por nuestro querido pueblo Pancrudo.