
01 Jul 2001
El Rincón del Abuelo: La Tía María
Por Flor Lahoz Castelló
Como es ya clásico en nuestra revista, este apartado quiere rendir tributo a las personas mayores que han vivido gran parte de su vida en Pancrudo. Ellas son merecedoras de nuestro cariño, respeto y admiración.
Este año hablamos con María Sancho Cirugeda, una de las más “abuelas” del pueblo, por edad, aunque no tenga nietos, sino sobrinos-nietos y sobrinos-bisnietos ya que nunca se casó (como ella dice, porque no quiso, pero tuvo muchos pretendientes).
– Tía María, voy a tener que poner el mote o apodo que le dicen, pues si no mucha gente no va a saber quién es.
– ¡ Vale hija! Si no es nada malo. Es por mi padre que se llamaba Eleuterio y al pronunciarlo mal la gente, me quedé con María la Lauteria, algunas veces también me llaman la Serafina por mi hermano Serafín, y es que como casi siempre hemos vivido juntos…pero es igual no me sabe malo.
– Bueno, pues dígame cuándo y dónde nació.
– Nací el 13 de noviembre de 1910 en Cervera del Rincón, mi padre Eleuterio Sancho era de Cervera y mi madre Julia Cirugeda de Pancrudo. Se casaron en Pancrudo y vivieron unos años aquí, mi hermano Serafín nació en Pancrudo, luego se fueron a vivir a Cervera y nacieron Amado, Sixto y yo. Años más tarde en 1923 mis padres vendieron las tierras de Cervera y se vinieron a vivir a Pancrudo compraron las tierras de aquí y ya no nos hemos marchado nunca. Pancrudo era mejor pueblo, había entonces unos 120 vecinos (casi 600 habitantes) y en Cervera 33 (unos 165 habitantes). Yo ya tenía 13 años, así que se puede decir que mi infancia la pasé en Cervera. Había muchos chicos entonces, solamente primos hermanos éramos 28, íbamos a la escuela unitaria con una maestra que era tía mía Doña Iginia Edo de Villalba Baja y aprendíamos a leer y escribir, aritmética y por las tardes las “labores”; aparte de los pañitos y cañamazos bordábamos algún juego de cama y también hacíamos enaguas con festones y camisas de las que se llevaban entonces.
Otra cosa que me acuerdo de pequeña es que una vez que iba a llevar la comida a mi padre me cogió una tormenta y me mojé, entonces tuve una subida de sangre a la cabeza y me quedé sin ver durante dos años; los médicos de por aquí no sabían como curarme y mi padre me llevó a Utrillas y allí me curaron, esto fue una cosa rara ya que nunca he padecido más de la vista.
Mi juventud ya la pasé en Pancrudo, tenía muchas amigas Pilar Ejarque, Concha Andrés, María Fuertes (la Botiguera) Aurora Benedicto, Magdalena Marco, Rosario Gimeno, Felisa Andrés etc. … éramos dos cuadrillas grandes y también había muchos mozos.
– ¿Cómo pasaba la vida entonces en Pancrudo?
– Trabajaba en casa ayudando a mi madre y también me tocaba ir de pastora, cuando destetaban los corderos, con el “rezago” (parte del ganado que se retrasa y necesita cuidado especial). En tiempos de siega y recogida de los “piprigallos” me tocaba ir a hacer gavillas, llevar la comida a los peones etc…. y luego trillar en la era para que descansaran los hombres, y al atardecer a recoger la parva y a barrer, cuando no te tocaba aventar.
Pero bueno, no todo era trabajo, cada domingo en casa del tío Blas o en la cochera de los Toranes (mientras no fuera verano, claro) teníamos baile, sobre todo en carnaval, que lo pasábamos muy bien. Se hacía mucho las “mascaradas”, esto era que los mozos se ensuciaban las manos, en las que se habían puesto un trozo de piel de cordero, con sebo del carro y te esperaban en una esquina. Había alguno que hasta se atrevía en el baile y te ponían perdida si llegaban a pillarte. Claro, el arte era no dejarte ensuciar.
– Ya veo que lo pasaban bien. Pero llegó un momento que todo esto se rompió, me refiero a los tiempos de la guerra. Sabemos que en Pancrudo, a pesar de ser un pueblo pequeño, hubo momentos de gran tensión. En la Revista nº 3 la Sra. Josefa Campos nos contó cómo el 22 de Julio del 36 se llevaron a 18 personas del pueblo, entre ellos a su marido, de los que no se supo nunca más. Pero hay otro suceso concreto de Pancrudo que yo siempre he querido conocer; es de cuando se llevaron a su padre, hermanos y algunos más en un camión. ¿Nos lo podría contar?
(Llegados a este punto a la tía María le cuesta hablar, se le humedecen los ojos y dice que se acuerda de tantas cosas que preferiría olvidar… es reacia a hablar de ello pero ante mi insistencia se decide a hacerlo)
– Mira, hija, la guerra fue un sufrimiento muy grande en las dos partes, sabes, y en un pueblo donde todo el mundo se conoce y se entera de los actos de cada uno, creo que todavía más. Al poco de estallar la Guerra llegó al pueblo el Frente Popular, muchos militares, y junto con algunos de aquí se creó una especie de “colectividad”. Iban por las casas requisando lo que había aceite, harina, conserva, jamón etc…. Nos mandaron presentarnos en el Ayuntamiento. A mi padre, mis hermanos Serafín y Amado, y cuatro personas más del pueblo los retuvieron primero un par de días; luego les exigieron dinero y mandaron a algunos a que fueran a buscarlo. Cuando volvieron los metieron a los siete en un camión, los taparon con una lona que se enganchaba en unos ganchos a la caja del camión y se los llevaron hacia Teruel. Ellos sabían y nosotros también, que los llevaban a fusilar. Era el 18 de octubre de 1936.
Tan pronto como se puso en marcha el camión mi hermano Amado, con una navaja pequeña que llevaba, rasgó la lona y como pudo la desenganchó. Al coger la curva del Puente Belén, se tiraron todos. Mi padre se torció el tobillo pero aún así no dejaron de correr, monte a través, uno por cada lado todos escaparon. Mi padre y mis hermanos llegaron, más tarde a Cosa, donde vivía mi otro hermano Sixto, y allí se quedaron. Al cabo del tiempo nos enteramos en el pueblo que estaban todos vivos. Mi madre y yo, la víspera de la Purísima, al hacerse de noche, con un frío y una ventisca bien fuerte que hacía, gracias a dos buenas personas del pueblo que nos acompañaron un trozo del camino, para asegurar que no nos seguían, arriesgando su seguridad y su vida, nos fuimos andando hasta Cosa. Una de esas personas que nos ayudó, volvió al pueblo, cogió la guitarra y se fue a tocar al baile para que nadie sospechara.
Nos quedamos en Cosa hasta casi finales de la guerra, volvimos a Pancrudo el día de Santa Agueda del 39, cuando el Frente Nacional estaba ya en Fuentes Calientes. Aquí estaba todo destrozado. En las casas no había ni puertas ni ventanas ni nada que se podía quemar, pues lo habían usado todo para guisar y calentarse. Tampoco había herramientas ni animales para trabajar. Nos costó mucho hasta poder rehacer las casas y “empezar a vivir” de nuevo.
Como te decía, no es fácil olvidar el horror de una guerra, con el tiempo se trata de hacerlo, pero olvidar es difícil. Nosotros, gracias a Dios, conseguimos vivir, otros no pudieron contarlo y a mí, aunque no me gusta recordarlo te he dicho lo que yo viví muy de cerca, espero que por lo menos sirva para que nunca más vuelva a pasar.
– Tía María, sé que le ha costado mucho trabajo contarme todo y se lo agradezco, hay muchas cosas que pasaron entonces que, los no tan mayores, tenemos una idea equivocada pues todavía cuesta, a algunos, hablar claro y sin prejuicios de aquellos tiempos. Pero vamos a dar un salto en el tiempo y nos cuente de los años felices con sus sobrinos y resobrinos. ¿Qué es lo que más recuerda?.
– Pues mira ahora vivo muy tranquila con todos ellos y trato de no acordarme de aquellos tiempos. En invierno estamos más solos pero en verano, cuando vienen todos, hay más alegría.
– ¿Qué me dice de lo que se hace en el pueblo a través de la Asociación?
– Me parece muy bien, yo ya no salgo mucho porque soy mayor, pero me entero de lo que pasa, pues mis sobrinos y los pequeños me cuentan lo que hacen. Las cosas están mejor ahora que hace unos años y se ve más movimiento por el pueblo, sobre todo al verano.
(A pesar de que ella dice que es ya muy mayor, y lo es pues tiene más de noventa años, está estupendamente. Tiene una memoria asombrosa, sobre todo para fechas. Me hablaba de tal día, que se casó mi sobrino fulano, o de tal otro, que nació la hija de mengano…).
Muchas gracias tía María, nos alegra que esté tan bien y ya nos gustaría a muchos estar como usted al llegar a sus años. Le deseamos todo lo mejor y que siga tan feliz con sus sobrinos.