
01 Jul 2001
La fuente de la Umbría, la trilla y la comida
Por Miguel Tolosa Ibáñez
Como sabréis, en la partida de Las Hoyas hay una fuente con un agua cristalina que da una extraordinaria gana de comer. Está en un lugar precioso que a gusto recibe al aire cierzo. Os invito a que la visitéis porque os gustará. A esta fuente se le llama la fuente de La Umbría.
En el lado opuesto de la fuente veréis una paridera de ganado, junto a la que se encuentra una era de pan trillar. En ella, durante los años cuarenta y cincuenta trillábamos con las caballerías y los trillos de madera y piedras, que son las que deshacían la mies, desgranando el trigo, la cebada y los demás cereales.
Allí estábamos 10 ó 12 días trillando. Dormíamos en un granero (ahora está hundido) todas las noches de 10 a 12 personas, que éramos Los Tolosa, Los Lahoz (Fidel y alguna de sus hijas) y el hijo del Cestero.
Teníamos de 6 a 7 caballerías y el ganado permanecía en el raso de la paridera. Todo el corral estaba muy ocupado y antes de hacerse de día, ¡arriba todo el mundo!.
Para colchón utilizábamos paja de la que trillábamos y para sábanas dos mantas viejas. El granero se llenaba a tope. Cuando menos te lo esperabas te hacían cosquillicas con los pies alguno que otro, pero nadie se quejaba, se daba un par de coces y a dormir se ha dicho. También nos daban algún susto que otro los ratoncillos, que todas las noches se paseaban por nuestros rostros.
Lo que más agradecíamos es que teníamos buena salud y, con el enorme trabajo que había de hacerse, también muy buena gana de comer, a lo que nos ayudaba el agua tan rica de la fuente.
Yo, Miguel, hacía de cocinero; se me daba bien. Lo que ocurría es que nunca comíamos a la hora, casi siempre con retraso. La comida más frecuente era sopa y paella ya que se preparaba pronto. Cuando podía, hacía patatas con cebolla y calabaza, y… ¡que buena estaba después de haber trabajado hasta la hora de almorzar cuatro horas o más!,… ¡que buena estaba la calabaza!. A la calabaza, una vez cocida, se le añadía un refrito de ajos y trocitos de ensundia (grasa) de cerdo, o bien, de trocitos de jamón con tocino. Esa calabaza la «emprendíamos» y «volaba» y con cuatro «chaparrazos» de vino se quedaba el cuerpo como un reloj. Para segundo plato comíamos tortilla con patatas y unas tajadicas de tocino blanco. ¡Buen almuerzo era!.
Sin embargo, la mayor parte de los días comíamos paella, yo hacía muy buenas paellas. De casa llevábamos conejos y pollos de corral, muy buenos; pero os diré que en aquellos tiempos había muchísima caza, liebres y conejos a tope, también codornices, perdices, etc. y teníamos la garantía de que nadie nos decía nada por cazar. Teníamos una perra galga a la que no se le escapaba casi ninguna pieza. Todos los días cazábamos algo. Además, por si lo desconocíais, en la acequia que hay debajo de la fuente de la Umbría se criaban cangrejos. En resumen, hacíamos unas paellas de «miedo».
(En la foto: Vista del corral de Las Hoyas, en primer término, y de la fuente de La Umbría, al fondo)