
01 Jul 1999
La Hoguera de Santa Lucía
(Por Flor Lahoz Castelló)
Se considera que la obtención del fuego, junto con la fabricación de herramientas, es uno de los criterios de la Humanidad. Se desconoce el origen de los primeros métodos de la obtención del fuego. Actualmente, tan sólo los habitantes de las Islas Andamán (Golfo de Bengala) ignoran la forma de hacer fuego y se limitan a conservarlo.
Lo que si es cierto es que desde los primeros tiempos ha existido un culto del fuego, que parece derivar del culto al sol, así como también del mantenimiento de la llama del hogar. Ya los persas, los griegos y luego los romanos veneraban al fuego. En Roma a las vestales se les confiaba la guardia del fuego perpetuo del templo de Vesta. Vulcano era considerado el dios del fuego y de la metalurgia, hijo de Júpiter y Juno y padre de Caco, se le ha representado en numerosos cuadros, mosaicos, vasos pintados, frisos etc.., su culto aún tenía particular importancia después de las guerras Púnicas. Durante la Edad Media, la salamandra pasó a ser símbolo del fuego.
Hoy en día, aunque no conscientemente, seguimos haciendo lo mismo, tememos pero adoramos el fuego, si no ¿qué son las hogueras?. En muchos puntos de España se celebran hogueras. Son más comunes alrededor de Carnaval, S. Antonio. S. Sebastián, S. Vicente, S. Blas, S. José (Las Fallas) y luego más tarde S. Juan, pero la verdad es que a primeros de diciembre, por Sta. Lucia, no es muy corriente (a lo mejor es que los de Pancrudo no somos gente corriente).
Que yo me acuerde siempre hemos tenido hoguera por Sta. Lucia, sin preguntarnos el por qué.
Hay una tradición que dice que el origen de las hogueras solía ser la quema de ropas y enseres después de una peste o epidemia y normalmente se le atribuía el favor de haberse librado, a un determinado santo. Nosotros no sabemos ni el por qué de la fecha, ni el por qué de la santa, así que leyendo la vida y martirio de la virgen y mártir, veremos si conseguimos encontrar alguna referencia.
Lucía, significa tanto en griego como en latín “luz”; nació en Siracusa hacia el año 287 y fue martirizada en el año 304 bajo el mandato del emperador Diocleciano. Su familia era cristiana de las más nobles y ricas de Sicilia. Su madre era de origen griego y su padre romano, perteneciente a una elevada categoría del Estado pero murió cuando Lucía tenía cinco años y su madre se volcó en ella. Le dio una esmerada educación ya que conocía a fondo las Sagradas Escrituras y el Evangelio además de las ciencias paganas.
Era la niña de natural dócil, piadosa y humilde y tenía como héroe a Sta. Agueda que había sido martirizada unos 30 años antes que ella naciera y sus milagros estaban en boca de los sicilianos de Catania, lugar de martirio de Sta. Agueda que dista 75 Km. de Siracusa. Años más tarde, Lucia llevó allí a su madre en peregrinación, para que se curara de un flujo de sangre que ningún médico había podido curar. Tuvo un sueño en que Sta. Agueda le decía que sería la gloria de Siracusa, como ella en Catania y que su madre estaba curada. De vuelta a su ciudad le pidió a su madre la dote que le tenía preparada para distribuirla entre los pobres, ya que no pensaba casarse con el joven que le habían designado, pues pensaba consagrar su vida a Dios.
Fue denunciada como cristiana ante el presidente de Siracusa y al negarse a hacer sacrificios a los dioses, fue martirizada. El presidente del tribunal que la condena, quiere obligarla a pecar, pero no lo consigue. Los soldados no pueden moverla del lugar donde estaba; la bañan con agua infecta, para vencer los pretendidos secretos de la magia que constituye su fuerza, pero todos los sortilegios fracasan. La rocían con aceite, pez y resina y le prenden fuego. Las llamas respetan su cuerpo y Lucía dice: “He rogado a mi Señor que este fuego no me dañe y que dilate mi martirio para que los fieles se animen a mantenerse en su Fe”. Entonces, uno de los verdugos, atravesó con su espada el cuello de la mártir, la cual cayó bañada en su sangre, diciendo a sus amigos cristianos: “Perseverar en la Fe, os anuncio el final de la persecución y la paz de la Iglesia”.
Lucía entró en el cielo el 13 de diciembre del año 304. Sus predicciones se cumplieron al pie de la letra. Uno tras otro los emperadores Diocleciano, Galerio y Maximiano perecieron con muerte ignominiosa; pocos años más tarde, en el 312, Costantino alcanzaba la victoria del puente Milvio que aseguraba a la Iglesia una paz definitiva después de tres siglos de lucha.
Las reliquias de la Santa llegaron a ser objeto de conmovedora veneración y allí mismo, en el lugar del martirio, se levantó un oratorio que fue pronto lugar de fervorosas peregrinaciones. Fueron grandes los milagros obrados por Santa Lucía; se le invocaba contra las enfermedades de los ojos, porque su nombre significa Luz, también contra los males de garganta por su género de muerte y contra la disentería por el milagro de la curación de su madre.
Los siracusanos conservan piadosamente su sepulcro en una vasta cripta próxima a la iglesia de Santa Lucía di Fuori en Siracusa. Algunos artistas la representan llevando los propios ojos en un platillo, pero es una actitud errónea que corresponde a cierto hecho referido a la vida de la Beata Lucía llamada “La casta”.
En Suecia, con Santa Lucía el 13 de diciembre, empiezan las fiestas navideñas. Los vikingos suecos creían en una leyenda que decía que cada noche Lucía llevaba alimentos a sus amigos cristianos escondidos en las catacumbas y para tener sus manos libres y repartirles la comida, llevaba velas en la cabeza.
Celebran su festividad en toda Suecia con una ceremonia especial. Cada 13 de diciembre, muy de madrugada, la niña más joven de cada familia, con una túnica blanca hasta los pies ceñida con un cinturón rojo, una corona de hojas verdes en la cabeza con siete velas encendidas, sirve el desayuno en la cama a cada miembro de la familia, consistente en unos pastelitos especiales llamados “Pepparkakor”.
Los hijos de la casa, la escoltan como pajes, vestidos en camisas largas blancas y sombreros puntiagudos de papel. Van cantando una canción con una melodía italiana, que llaman “canción de Sta. Lucía”.
Cada año el ganador del premio Nobel de Literatura corona, en Estocolmo, una Lucía oficial como si dijéramos una Miss), para repartir “luz, alegría y felicidad” en un día de visita a los hospitales, residencias y orfanatos. En Estados Unidos, las asociaciones sueco-americanas, siguen también las celebraciones de Sta. Lucía.
En Pancrudo, no se si alguien había oído antes esta leyenda pero en lugar de desayuno lo que hacemos es alargar la cena y sustituir los “Pepparkakor” por nuestro morro de cerdo particular, chorizo y longaniza; no sólo ahora, de siempre, los mozos han terminado asándose algo en la hoguera, lo que pasa que ahora lo hacemos todos, aunque a veces cambiemos el día, y antes eran sólo los quintos y sus amigos.
Este año nos vimos negros (bueno mejor blancos de nieve) para conseguir leña. Gracias a unos cuantos valientes que con la nieve hasta la rodilla, trajeron unas cuantas ramas.
Antes, cuando los de “taitantos” éramos niños, íbamos por las casas a por leña y la amontonábamos en el “porchegao”, luego alguno de los mayores, arrimaba algún tronco gordo y duraban las brasas varios días.
Chicos y chacos se acercaban, al anochecer, a ver prender la hoguera y calentarse. En cuanto empezaba a haber tizones, llegaba “la caza de brujas”; los chicos nos cogían por sorpresa y nos ponían la cara perdida. Luego había que ir al callejón de la iglesia a lavarse con nieve para no aparecer en casa con semejante cara y llevarse una regañina por haberse “dejado”. Yo tengo el recuerdo de uno de mis últimos años en la hoguera, ya empezaba a ser mocica, un amigo mío se desquito bien conmigo. Se mascaró las manos en la caldera de cocer las morcillas de su abuela, y mi tía, Isabel; luego vino a hacernos unas “caricias” a mi prima Gloria y a mí, ni que decir tiene como quedamos. Parecíamos negras del Senegal.
En el rifi-rafe, perdí un pendiente y llegué a casa llorando de rabia. Mi madre al verme, creyendo que era por el pendiente dijo: “¡Uy hija, más se perdió en la guerra de Cuba!”. No obstante por la mañana, a primera hora antes de que la gente se levantara, ya estaba yo en el porchegao buscando mi pendiente, que encontré todo pisado y machacado.
Estas son algunas de las experiencias que yo recuerdo de esta fiesta que, aunque hemos potenciado últimamente, nunca se ha dejado de celebrar en Pancrudo, aun sin saber los “por ques”.
En cuanto a las referencias con la vida y martirio de la Santa, creo que cada cual puede sacar sus propias conclusiones pero yo os voy a apuntar algunas: Luz, de su nombre – Pancrudo es luminoso -. De carácter dócil, humilde, generosa, tenaz y valiente… ¿No se pueden aplicar estos adjetivos a la gente de Pancrudo?. Pensar.